En cuanto al circuito de las bodegas, habrá que dirigirse a San Patricio del Chañar, dejando el tono verde y del oasis del dique, comienza la estepa patagónica, un lugar donde torna de aridez. A primera vista, no parecen las condiciones ideales: y sin embargo lo son. Lluvias escasas, sólo 200 mm anuales, y una amplitud térmica de unos 20 grados, con temperaturas que oscilan entre los 10 y 20 grados, logran mantener alejadas las plagas que afectan los viñedos y llevar las uvas hacia un proceso de maduración lento, que da por resultado excelentes vinos en una de las regiones más australes del mundo.
Hablando de tamaños, una de las bodegas más grandes y conocidas, ya que también fue la primera en instalarse en esta parte del sur, es la Bodega del Fin del Mundo, que tiene 870 hectáreas propias y una amplia variedad de uvas: Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, Pinot Noir, Syrah, Tannat, Cabernet Franc, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Semillón y Viognier. La primera cosecha, en 2002, confirmó lo que sus especialistas aseguraban: estas tierras y esta latitud dan un vino de excelente calidad, que logró superar las fronteras patagónicas y argentinas para hacerse un lugar en el mapa vitivinícola internacional.
La parte dedicada al vino de esta ruta turística sigue avanzando, esta vez hacia la Bodega NQN, fundada en 2001 sobre 169 hectáreas (130 de ellas cultivadas con uvas Malbec, Merlot, Cabernet Sauvignon, Pinot Noir, Sauvignon Blanc y Chardonnay): su marca, Malma (“orgullo”, en mapuche), es el resultado de un cuidadoso trabajo que combina las propiedades del paisaje con moderna tecnología de fertilización y riego. También aquí se puede probar in situ las bondades del vino en varias recetas, gracias al Malma Restó Bar, que encabeza el chef Matías Núñez.
Finalmente, la Bodega Valle Perdido invita al verdadero lujo en un marco increíble: además de sus instalaciones vitivinícolas, aquí funciona un hotel cinco estrellas y wine resort, cuyo sello de calidad lo pone la red The Small Luxury Hotels of the World. El nombre de la bodega se inspira en la leyenda según la cual hay en la Patagonia un Valle Perdido con una ciudad encantada: un broche de oro perfecto antes de emprender la última etapa, donde hay que dejar atrás los beneficios etílicos para internarse en los misterios del pasado, tras las huellas de los dinosaurios.
Como último recorrido, el de los dinosaurios, situado entre San Patricio del Chañar y Añelo, se encuentra el Centro Paleontológico Lago Barreales, corría febrero del año 2000, gracias a una serie de excavaciones realizadas en la costa norte del lago, aparecieron los primeros restos de dinosaurios y tortugas. Tiempo después, fue el turno de un saurópodo gigante, cuyos huesos largamente ocultos despertaron de su sueño inmemorial gracias al paciente trabajo de arqueólogos y paleontólogos: el hallazgo le valió al yacimiento del nombre de Futalongko, el nombre mapuche para designar al “jefe de los dinosaurios”. A 800 metros de estas excavaciones se creó un centro de interpretación, donde se pueden ver y tocar los fósiles, una sensación que nadie que viaje por esta región quiere perderse.
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