martes, 19 de mayo de 2009

COLOMBIA, aroma de café

Para los amantes del café, aquí os dejo una pequeña descripción de Juan Luis Pérez sobre el mismo.

•• No sabría como definir mi afición por el café, pero sólo bastaría con decir que tengo una adicción, compulsión y/u obsesión por aquella infusión morena, que llegó a mi vida para nunca más irse.

Me gusta llamar al café con femineidad, para sentir que muero por una mujer; en realidad, me da un poco de vergüenza, decir que me gusta tomar una buena taza de café negro, antes de besar a una bella dama. Pero, señores, es así, como lo escuchan.

Su aroma es lo único que puedo sentir por la mañana y, hasta que no bebo de mi taza, una buena dosis de mi café – preparado con tiempo y dedicación- no puedo empezar el día.

Siempre me atrajo adentrarme en ese proceso artesanal, que lleva a un grano, legado por la maravillosa madre tierra, a convertirse en mi compañera más fiel, la bebida que acompaña mis días de alegría, de nostalgia, de compañía y de soledad.

Por eso siempre tuve ganas de viajar a Colombia, el epicentro del café, teniendo en cuenta que es reconocido, a nivel mundial, por la producción del más exquisito café suave.

Consultando bibliografía en Internet, llegué a un link que ofrecía una ruta denominada “Triángulo del café”; ese lugar es el que yo debo recorrer, un viaje hecho para cafeteros, pensé.

Y así viajé a Colombia, dispuesto a recorrer las haciendas cafeteras ubicadas en Caldas, Quindío y Risaralda. En ese mismo orden, las fui recorriendo y disfrutando.

Para algunos puede sonar reiterativo, pero las primeras palabras pronunciadas por aquel guía lugareño fueron: “El café es la bebida que se obtiene de los frutos y semillas del cafeto”, una definición, casi enciclopédica que, en boca de esa tonada tropical, sonaba bien rica.

En estas tres regiones se cultiva y se cosecha la mejor partida de café, por eso es que, los agentes de turismo, apostaron a gente como yo; gente que ama al café de forma devota.

Los aromas ingresaban libremente a mi olfato y resultaban superadores del olor que emana mi café de mañana. Ni hablar de la gente y su atención; familias cálidas sirviendo el mejor café en tazas, cansadas de absorber tanto sabor.

Los paseos por aquellos terrenos ondulados, en busca de la mejor vista de las cosechas, también fueron un gran deleite para mí. Había elegido este viaje por el olfato y, claramente no me había equivocado. De mi casa a Colombia para seguir tomando café. ••

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